Wednesday, March 29, 2017

DE OLERES Y DIGESTIONES
    
Jorge Santa Cruz

La pizza huele mejor que el caviar. Pero gracias al glamour que despierta el caviar en nuestras cabezas, se ha hecho mucha literatura de suspenso, y hasta se ha llegado a matar en la vida real.

Los escritores tienen suerte por ese lado; son personas humildes que se ilusionan, y hasta se conforman con el olor a pizza, o por lo menos son tan cobardes, y tan vagos, que no se atreven hacer lo que sus personajes son capaces por escalar a las clases más altas de la sociedad hasta llegar a comer caviar.

No hay escritor, no importa el genero, que no vea el mundo como un lugar pacífico, ya que el acto de escribir es pacífico; sin embargo, los actos humanos no lo son.

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A cada escritor le toca deponer su pluma y enfrentar la realidad: moverse, encontrar y reclamar su sitio en la sociedad. Y es ahí donde la diversión del autor tropieza con la vida: sobre todo reclamarse a sí mismo por lo que no puede controlar, más noches de borracheras y mañanas con dolor de cabeza…

George Herbert Mead, sociólogo canadiense, escribió extensamente de la gran diferencia que existe entre el yo social-- el que interactúa con el exterior--, y el yo interno del ser-- el antisocial que vaga por valles y montañas internas de sí mismo.

Cuando al escritor le toca actuar, siente la rudeza del mundo: que en el acto sexual no hay poesía, que la venganza no tiene sentido, que siempre se carece de algo, que, a pesar de haber personas en todas las esquinas, siempre se está solo, que rajarle la cabeza a alguien con un bate se siente como si fuera a sí mismo...

Y es cuando el escritor recuerda esas escenas que escribió de sexo con esa gordita, todo tan poético; también, cuando escribió acerca de la dulzura de la venganza, cuando escribió que nunca está solo porque siempre está hablando con sí mismo, que no le quedó un rasguño de conciencia del batazo que le dio a ese que le robó el manuscrito con la novela de su vida...

El sabe que el manuscrito está en el apartamento que el sentido común alquiló, pero en el sentido común no hay alivio. Sobre el manuscrito que perdió, comió pizza y tuvo sexo con la gordita, que lo llenó tanto como la pizza que asquea de sí misma; así es que el escritor sale cansado de escribir y se zambulle entre tiburones y cantos de sirenas hasta el fondo del mar, donde el caviar es el más afrodisíaco.

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Tuesday, March 21, 2017

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